"Algo de mis Yo's Puntosuspensivadas (…)" by Brenda G. alias Kamala Telb

Siddharta y Kamala

Palabras de Siddharta a Kamala

"Tú eres como yo, diferente de la mayoría de las personas, eres Kamala y nada más. Dentro de ti hay paz y un refugio a donde puedes ir a cada hora del día. Yo también puedo hacerlo. Poca gente tiene ese asilo y, sin embargo, todos lo podrían tener."

Ujuuum....ASI MISMITO!!

Ujuuum....ASI MISMITO!!

viernes, 2 de agosto de 2013

"Cuando Nuestros Instintos se Equivocan" por Tom Kenyon

Gracias María Cristina Cáffaro!!!


Cuando Nuestros Instintos se Equivocan


TOM KENYON, M.A.
www.tomkenyon.com


Traducción: María Cristina Cáffaro
Edición: Manantial del Caduceo




Era un día australiano perfecto, cielos claros con nubes blancas esponjosas y suaves. El aire era fragante, y nos sentíamos bien a pesar de que la Aduana había requisado nuestros tambores nativos por ser posibles armas terroristas. Parece que alguien decidió que los cueros crudos podían usarse para contrabandear ántrax. Tratamos de convencer al funcionario de que eran cueros curtidos, pero no hubo caso. Los requisaron y nos cobraron un arancel por almacenaje. Si los  queríamos entrar al país ellos los rociarían con pesticidas y otros químicos, y también les darían radiación.  Elegimos que los requisaran. 



Pasamos la noche en la posada B&B y a la mañana siguiente empacamos para ir al norte. Judi notó un pájaro interesante en el patio, parecido a una urraca pero con marcas diferentes. Al describirlo a nuestra posadera, nos dijo “Ah, sí, es un pájaro carnicero”.



Yo iba manejando, salimos del estacionamiento al carril izquierdo de la calle, no al derecho. Ellos conducen del otro lado de la ruta con respecto a como lo hacemos en los Estados Unidos, clara señal de que el Imperio Británico ha estado allí.



Después Judi me contó que estaba a punto de mencionar que vio al pájaro carnicero, esperando que no significara que iban a descuartizar a alguien. Estábamos en un camino angosto rural, pasando por campos abiertos de pastura.  Para tomar una curva, me fui sobre el carril derecho. Entonces vi que venía un coche. Estuvo encima antes que yo tuviera tiempo de frenar.



Mi cerebro instintivo tomó el mando.  Como veterano de treinta años de conducir, nunca había tenido un accidente, había evitado varios accidentes exitosamente y nunca me habían puesto una multa por alta velocidad (excepto el día que saqué mi licencia a los dieciocho años). Mis instintos se habían afinado en estos muchos años de conducir, y yo doblé fuerte hacia la derecha. No había banquina y me dí contra una ladera. Parte de nuestro vehículo quedó sobre la ruta.



Los instintos de ella le ordenaron doblar hacia la izquierda, y nuestros dos coches chocaron. Recuerdo toda la cosa como extremadamente surrealista. Vi cómo nuestros coches chocaban en cámara lenta.



Las delanteras de ambos coches se hundieron con el impacto y de repente todo quedó mortalmente quieto. Los únicos sonidos eran de los líquidos que perdían los autos y el silbido del polvo volando en el aire. Pensé que nuestro coche se incendiaba porque vi humo por todos lados, pero resultó ser el polvo químico del airbag roto. Le dije a Judi que teníamos que salir del auto. Di la vuelta para abrirle la puerta que se había aplastado con el impacto. Me las arreglé para abrir y ayudarla a salir. Estaba sacudida, como yo, pero podía caminar – más o menos.



Fui al otro coche para ver cómo estaban el conductor y sus pasajeros. La conductora estaba sola y, aunque atontada, no tenía heridas serias tampoco.



Una mujer que pasaba paró su coche fuera de la ruta para ver si necesitábamos ayuda. Otra mujer de una casa cercana también ofreció ayuda. Juntos ayudamos a Judi y a la otra conductora a llegar al patio de esta mujer, donde nos ofreció sillas y agua. Me dolía la cabeza, pero me di cuenta de que los coches estropeados estaban en un lugar precario donde no eran visibles. Salí a dirigir el tráfico para no hubiera otro accidente además del que ya había sucedido.



Fue entonces cuando pude ver mejor cómo estaban los coches. La otra conductora dijo a la policía que estimaba que estaba yendo a 90 km. por hora y que yo iba a unos treinta. La velocidad combinada suma 120 Km . por hora, y los coches lo atestiguaban. Ambos estaban arruinados y yo me preguntaba cómo diablos habíamos podido salir caminando de ellos. Por lo que veía, calculé que tendríamos que haber muerto todos, o que estaríamos deseando estar muertos.



Sospecho que todos nuestros guardianes y ángeles habían trabajado horas extras para protegernos. Judi había pegado con la cabeza en el parabrisas y lo había quebrado, pero milagrosamente no se había roto el cráneo. Aparte de algunos raspones, la mayoría causados por el inútil airbag, yo creía estar bien. La otra conductora estaba ilesa también, excepto por los raspones de su airbag y algunos moretones en los brazos.



Después de salir del hospital, Judi y yo nos alojamos en un hotel para acomodarnos y luego fuimos a dar una vuelta por el pueblo para hablar de lo que había pasado. Estábamos asombrados de no sentirmos demasiado mal. Podíamos pensar claramente, creíamos. Y las cosas parecían estar bien.



No nos dábamos cuenta de que estábamos en shock. Uno de los efectos colaterales del shock es que uno no siente.  El cerebro tiene un mecanismo antiguo que se activa cuando se instala el shock. Uno se desapega de sí mismo, y muchos de los receptores del dolor parecen adormecerse.
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Al día siguiente nos dimos cuenta de que no estábamos tan bien como creíamos. El adormecimiento había pasado y ya podíamos sentir qué nos estaba pasando. Además, nuestro equipaje expresaba bien el grado del impacto sin necesidad de decir palabra. Los soportes habían saltado y las cerraduras de acero se habían trabado. 



Nuestros thangkas tibetanos, que habíamos comprado en Nepal, se habían salido de sus cajas de PVC, y el impacto había arrancado las tapas.



Durante las siguientes seis semanas deambulamos por una ciudad surfista llamada Byron Bay, demasiado doloridos y desorientados para hacer algo más que acostarnos y descansar.  Encontramos algunos profesionales talentosos, gracias a dios, y lentamente intentamos rearmarnos.  HumptyDumpty se había caído de un muro, bueno, para ser más precisos, se había chocado con una pared... y todos los caballos y caballeros del rey no alcanzaban para armar a Humpty Dumpty de vuelta (N.T. se refiere a una rima infantil popular).



Para mí este accidente fue una confrontación extrema. Desde que tomé Refugio en el Budismo, había hecho todo lo posible para practicar el no dañar. Nunca había hecho daño conscientemente a nadie, y si alguna vez había pisado los callos emocionales de alguien, había hecho lo posible para arreglar las cosas. Pero he aquí que había lastimado a dos personas con mis acciones. No sólo eso, sino que mis acciones habían arruinado dos coches.
Después del accidente llamé a la agencia de alquiler de coches y el agente me respondió en una forma australiana típica – “Me alegra saber que está bien, amigo... Diablos, he estado en este negocio por más de trece años, y después del primer año dejé de llorar por un coche arruinado. Sabe, uno puede reemplazar un coche, pero no puede reemplazar a una persona. 



No se preocupe por esto, amigo. Si podemos ayudarlo otra vez, háganos saber.”
Pero mi consciencia todavía luchaba con el hecho de haber causado daño. No sólo eso, sino que me descubrí aislándome cada vez más. Estaba sumergiéndome en una depresión y tenía todos los síntomas: perturbación del sueño, falta de energía, no quería hacer nada y no me importaba un bledo de nada.



Finalmente empecé, de a poco, a enfrentar mis emociones en conflicto. Me habría gustado poder decirles que  atravesé mi depresión con facilidad y gracia.  Después de todo, soy un psicoterapeuta y tengo las habilidades para ayudarme a mí mismo. Pero ¡ay! Comprender un proceso emocional no exime de atravesarlo. La cosa extraña de la depresión es que a uno no le importa nada tener las habilidades necesarias para salir. La culpa es una cosaterrible y fascinante.



Todo el asunto se volvió más complejo porque tanto Judi como yo habíamos sufrido conmoción cerebral, no como para ser hospitalizados pero lo suficiente para que las cosas parecieran más raras que lo habitual. Al mirar atrás, creo que ambos estuvimos en diversos grados de shock por unas cinco semanas. Durante éstas, me encontré haciendo cosas que yo sabía que no me hacían bien, especialmente durante la depresión.



Yo no quería hacer nada y ciertamente no quería hacer nada positivo. De hecho, en la primera semana comí desordenadamente comidas gratificantes. Sabía que esa basura nutricionalmente inútil no era buena para mí, pero no me importaba.  Vean, yo tengo una “subpersonalidad” a la que llamo “el roedor”. Es una especie de hámster de 100 kilos con todos los recursos y la inteligencia que corresponde a su especie. Mientras él esté comiendo algo, todo está bien. De modo que cuando el mundo se pone muy raro, como sucedió después del accidente, él toma el control.  Empecé a encontrar la casa regada de envases vacíos de helado, caminitos de cáscaras de maní y otras cosas crocantes, como galletitas.
Qué maldita cosa es, en esto de ser humano, que cuando estamos bajo estrés extremo a menudo recurrimos a cosas y acciones poco ingeniosas que seguramente no mejorarán nuestra condición.



Para resumir esta larga historia, con ayuda de Judi finalmente me las arreglé para salir de mi basurero emocional.



A través de este “accidente” aprendí muchas cosas sobre mí mismo; una de ellas es el poder de las relaciones.



Hoy en día se habla mucho de las relaciones, tal vez porque nadie parece saber cómo manejarlas. Las pautas para nuestras relaciones provienen, para la mayoría de nosotros, de nuestros padres. Muchos de los que nacimos en el “baby boom” (N:T: alta tasa de nacimientos al terminar la segunda guerra mundial) crecimos con personajes televisivos como “Ozzie y Harriet”, y “Papá tiene razón”.Pero estas formas de relacionarse básicamente apestan. No funcionan. Por supuesto, estos shows televisivos simplemente reflejaban la psiquis americana de su época. ¿No fue entonces que se inventó el plástico y el cuero artificial? Creo que también en esta época la gente empezó a tapizar sus sillones con vinilo. No se alentaba la honestidad emocional, y en “Ciudad Feliz”, en la TV , ni siquiera se consideraba una opción.
 Los mensajes negativos sobre la honestidad emocional todavía abundan en nuestra sociedad, a pesar de la revolución sexual y de haber llevado a un hombre a la luna.  Esos tabúes contra la verdad emocional están profundamente instalados en muchos de nosotros.
Cuando Judi y yo finalmente pudimos decir nuestras verdades y expresar nuestros dolorosos sentimientos sobre el accidente, realmente empezamos a sentirnos mejor.



Aclaro que no puedo considerarme un experto en relaciones. Sólo puedo contar lo que funcionó o no funcionó para mí.  Descubrí que ser emocionalmente honestos con nosotros y con los demás es la mejor medicina para las situaciones difíciles de la vida.



Recuerdo un comentario que hizo la Magdalena con respecto a las relaciones justo unos pocos días antes del accidente. “La dicha de las relaciones es la apertura del corazón.  El trabajo de la relación es lo que emerge del corazón abierto.”  Lo que empezó a surgir de mi corazón era un montón de sentimientos conflictivos y de gratitud por seguir vivo, de asombro de que no hubiera muerto nadie, y de inquietud por saber “porqué” había pasado.



Ahora que han pasado años, he llegado a sentir que el “porqué” no es tan importante como el qué hacemos con eso.  Además, no se resuelve mucho con explicarnos una situación. Nuestras acciones con respecto a la situación tienen mucho más impacto.



Cuando empecé a atravesar el atolladero de sentimientos, la niebla gris que me había estado rodeando empezó a levantarse. Podía pensar más claramente. Una de las cosas que todavía me intrigan es la cuestión del institnto.



Yo había doblado hacia la derecha por instinto. Pero mis instintos se habían equivocado y me habían conducido a un curso de acción que en última instancia había sido destructivo.



Ahora bien: cuando nuestra vida está en peligro entramos en automático; nuestra mente instintiva toma el control. De hecho, nuestros instintos tienden a tomar el mando cada vez que nos acercamos al límite de nuestras capacidades. Esto es obvio en las situaciones parecidas a los accidentes de tránsito, pero no es tan obvio en nuestras vidas emocionales.



Sin embargo, ocurre algo muy similar. Cualquier cosa puede disparar una llegada al límite emocional: la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, una discusión muy fuerte, un desastre nacional. Pero creo que nada nos lleva al límite emocional tan rápido ni tan a menudo como las relaciones.



Para algunos, los límites emocionales vienen de su relación íntima actual. Para otros pueden venir de sus amigos, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, incluso de sus jefes. Los que son ermitaños tal vez enfrentan la más desafiante de las relaciones: consigo mismos.  Quiero decir: si eres un ermitaño, no puedes culpar a nadie de tus problemas, ¿verdad?  Sólo estás tú.



Las relaciones se parecen mucho a los espejos. Creemos que estamos viendo al otro, pero en muchos aspectos nos estamos viendo nosotros mismos.



Puede que ésa sea una de las razones para que las relaciones sean tan catalíticas y tengan el poder de perturbarnos.



La relación de América con el resto del mundo está peor que nunca. Muchos de nosotros nos sentimos bastante inquietos por los eventos nacionales y mundiales. Pero la relación de América con el resto del mundo es sólo una parte de nuestro problema.



Nuestra relación con la Tierra está en situación desesperante y el ecosistema muestra señales de agotamiento. Los lemures de Madagascar se extinguen, incapaces de reproducirse debido al estrés ambiental. Otros animales y plantas los siguen en rápida carrera hacia la extinción.



No sólo eso; nuestras relaciones mutuas están tensionadas. Aumenta la violencia en las rutas, los suicidios de adolescentes, los homicidios. El salvajismo sin sentido va creciendo.



Con tantas relaciones interpersonales, nacionales, internacionales y ecológicas en desequilibrio, el mundo vacila al borde del desastre. Todo esto es, por lo menos, profundamente perturbador.



Tengo un amigo budista que volvió hace poco a su casa en Asia después de visitar los Estados Unidos. Estaba profundamente preocupado.”El mundo se cae a pedazos,” dijo, “y me duele el corazón de pena.”



Muchos sentimos esto cada vez más, a medida que nuestra espiritualidad entra en intenso contraste con la condición en que está el mundo.



En situaciones como ésta, recuerdo las palabras de Sogyul Rinpoche, un maestro viviente Dozgchen del Budismo Tibetano:

 “¡Si se te rompe el corazón, déjalo romperse!”



Creo que quería decir que podemos usar nuestros momentos de sufrimiento emocional para avanzar hacia nuestra iluminación. Todos los seres sufren de vez en cuando. Así son las cosas aquí. Pero cuando el sufrimiento se acerca a casa, nos apenamos.



Esa pena crea una apertura, aunque dolorosa, y todas las aperturas de nuestro corazón sirven para nuestra iluminación. Las historias que nos contamos sobre porqué sentimos tanta pena son sólo historias. Lo importante en el viaje espiritual es la transformación de los oscurecimientos que nos separan de la vida y de nuestra esencia espiritual. A veces las tristezas de la vida pueden derribar los muros de separación entre nosotros y el mundo más rápido que cualquier otra cosa.



No creo en profecías ni en la predestinación. No creo en adivinos ni en los que infunden miedo diciendo que el fin del mundo se acerca. Tampoco creo en la visión rosada de nuestro futuro. 



No creo que las cosas vayan a mejorar mágicamente ni que una nave insignia descienda de los cielos para protegernos de nosotros mismos.



Sí creo que estamos contemplando el colapso del mundo viejo. Aquellos que manipulan el poder basados en la antigua visión terrestre de la política y la economía están tirando de todas las palancas para conservarse en la cumbre del juego del monopolio. Estamos en medio de una revolución planetaria con tantos frentes y tantos temas diversos que es difícil abarcarlos. Pero todas las revoluciones traen sufrimiento y también liberación.



Cuando la revolución informática puso robots computarizados en los lugares de trabajo, miles de personas perdieron sus empleos. Sus vidas quedaron económicamente devastadas, algunos nunca pudieron recuperarse. Otros se capacitaron en nuevos campos y ahora están prosperando.



Con muchas cosas de la vida, lo que importa no es lo que nos pasa sino lo que nosotros hacemos con ello.



Lo más importante a recordar es que siempre tenemos poder de elección en cualquier situación. No importa que estemos conscientes de eso o no, que ejerzamos ese poder o no. Está siempre presente.



Cuando me volví insensible por efecto del “accidente”, me llevó varias semanas recuperar el sentido como para darme cuenta de que había tenido opción en la situación. Estaba en shock, en mi límite emocional. Mi mente instintiva me condujo a la aislación, lo que aumentó mi depresión.



Ahora bien: la depresión es sólo un intento de evitar sentir emociones que nos parecen inaceptables o demasiado difíciles de manejar. Entonces ponemos una tapa sobre nuestros sentimientos. El esfuerzo de mantener esa tapa sobre nuestras emociones demanda mucha energía, de hecho, tanta que nos deprimimos por el esfuerzo. (Nota: Esto rige para las depresiones que se originan en experiencias de vida específicas, como la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, etc. No rige para las depresiones causadas por desequilibrios químicos del cerebro.)



Como mis instintos que me habían hecho doblar hacia el “lado equivocado” de la ruta, mis instintos me estaban diciendo que doblara hacia adentro alejándome del mundo e incluso de mis sentimientos.



Pero fue el mundo de las relaciones y la verdad de mis sentimientos lo que me liberó de mi sufrimiento emocional después del “accidente”. Creo que ser honesto con uno mismo y con el otro respecto a nuestros sentimientos es una buena ayuda en medio de la tormenta.



Menciono esto porque creo que más y más de nosotros atravesamos una especie de shock cultural. Los cambios y peligros del mundo nos aparecen tan vívidos que muchos de nosotros nos adormecemos. Nuestros instintos nos dicen que dejemos de sentir.



Judi y yo recibimos emails de personas de todo el mundo contando que están en su límite emocional. La vida se les está volviendo demasiado difícil. Las relaciones enfrentan más desafíos que nunca, muchos sienten que sus vidas están desmoronándose.



Algunos se sienten incapaces para soportar el aumento en los niveles de violencia del mundo; otros están sencillamente hartos de luchar.



Como decía mi profesor de álgebra en el colegio: “Esto va a ponerse peor, antes de empezar a mejorar.” Desdichadamente, creo que ésta es una afirmación correcta sobre la situación mundial.  Puede ser que la revolución global termine liberando al espíritu humano, o que lo encarcele. Cualquiera sea el resultado, probablemente veremos muchos más conflictos y sufrimiento.



Tal vez nos deslizaremos por el ojo de la aguja y pasaremos a la próxima década ilesos. Tal vez no. Dentro de cien años, nuestros momentos de angustia y mayor tormento significarán muy poco. Lo que importará es cómo vivimos estos momentos, no por nuestra descendencia sino por nosotros mismos.



Porque en el mundo del alma, no hay tiempo. Al final, lo que importa es lo que hemos conocido de la vida. Las personalidades y las situaciones que tanto nos atrapan ahora, regresarán al vacío del cual vinieron. Dentro de unos años todo esto parecerá una especie de sueño, cosa que en verdad es. Es un sueño que estamos creando y creyendo que es real. 



Desde la perspectiva del alma, las cosas importantes de la vida no son lo que nosotros creemos. Las cualidades del corazón y de la mente que desarrollamos al vivir son el tesoro – no las cosas que hacemos ni las cosas que acumulamos.



Entonces, al final de nuestras vidas, cuando se nos retira de la Gran Rueda de la Vida , sólo habrá unas pocas preguntas. ¿Nos volvimos más compasivos o más odiosos? ¿Aprendimos a abrazar la vida, o hemos huido de ella?



Creo que éstas son las preguntas importantes. Requiere coraje espiritual conservar el corazón abierto, no lo duden. Pero no he encontrado nada tan gratificante.



No escondas tu corazón, sino que revélalo,
para que el mío pueda ser revelado
y yo pueda aceptar aquello de que soy capaz.
Rumi


© 2011 Tom Kenyon. Reservados todos los derechos www.tomkenyon.com

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jueves, 1 de agosto de 2013

"La Alquimia de las Relaciones" por Tom Kenyon

Gracias María Cristina Cáffaro!!!


La Alquimia de las Relaciones  



por Tom Kenyon



Traducción: María Cristina Cáffaro



Muchos manejamos nuestras relaciones en la misma forma en que jugamos al póquer. Hacemos todo lo posible para llevar ventaja. Si eso falla, simulamos. Hacemos creer que tenemos cartas que no tenemos. Engañamos. Mentimos.



Y en tanto éste es el modelo para muchas relaciones en nuestra época postmoderna, no lo es para la Relación Sagrada según se describe en el Manuscrito.



Permítanme poner esto en claro.  Las Relaciones Sagradas no son para cualquiera. De hecho, sospecho que hay muchas menos personas capaces o siquiera dispuestas a intentarlo, que personas que prefieren jugar juegos de naipes emocionales.



Este tipo de relación exige máxima honestidad de ambos, uno y su compañero. En vez de esconder las cartas, las ponemos en la mesa todas bocaarriba. Todas nuestras esperanzas, todos nuestros miedos, todos nuestros pensamientos celosos o mezquinos, todas nuestras maquinaciones: todo se expone a la clara luz de la consciencia para que nuestro compañero lo vea. Y él o ella debe hacer lo mismo. No va a funcionar si dejamos la puerta de atrás sin llave para escapar mentalmente. No va a funcionar si ambos no son impecablemente honestos uno con el otro.



Y la razón para este tipo radical de honestidad es que, sin ella, la Alquimia de las Relaciones no puede suceder.  Ahora bien, este término puede ser nuevo para muchos, aun para los que estudian la alquimia interna, ya que la dinámica de las relaciones íntimas rara vez se menciona en las cuatro corrientes principales de la alquimia (Egipcia, Taoísta, Tántrica de Yoga y Tántrica Budista).



De modo que estaría bien definir aquí lo que quiero decir, para poner alguna base a esto. Como todas las clases de alquimia, este tipo de trabajo intenta cambiar una forma por otra.  La forma, en este caso, es la dinámica que media entre dos personas, a la que se han habituado.  Después de un tiempo, la gente tiende a caer en la rutina. La vivacidad que existía al principio de la relación se diluye. Ambos se vuelven más o menos inconscientes. La dura realidad es que lleva una vigilancia y esfuerzo continuos para conservar viva y consciente una relación.



Muchas relaciones se van cayendo porque ninguno de los dos tiene ganas o capacidad para hacer el esfuerzo que requiere sostenerlas.  En vez de experimentar la novedad de cada momento dentro de la relación, con el tiempo se va colando una especie de pesadez; lo que solía ser excitante se vuelve aburrido. Y lo peor es que se instala una especie de letargo psicológico y emocional, y ambos sucumben a los efectos adormecedores de la inconsciencia.



Este tipo de inconsciencia es un amenaza mortal para el insight y la consciencia psicológica y, aunque rara vez se lo menciona, tiene un efecto negativo sobre la vida espiritual también.



Así que la forma que debe cambiarse dentro de una relación es literalmente la forma de las interacciones que habitualmente tienen lugar entre las dos personas.



Como en todas las clases de alquimia, debe haber un recipiente en que tengan lugar las reacciones. Y en este caso, es el recipiente de la seguridad y el aprecio que lo aporta el reservorio para la transformación.



Si faltan la seguridad o el aprecio, este tipo de alquimia no puede funcionar.  Y si has decidido que quieres intentar este tipo de alquimia en tu relación, te sugiero que primero hagas un análisis. Evalúa honestamente si sientes que hay seguridad y aprecio en tu relación.  Si no lo sientes, desperdiciarás tu tiempo tratando de emprender este tipo de alquimia con tu compañero actual. Sugiero que enfoques tus esfuerzos, más bien, en los esfuerzos solitarios mencionados en el Manuscrito. Si de todos modos quieres intentarlo, trata de hablar con tu compañero sobre estos sentimientos de peligro y falta de aprecio que tienes. Sólo si se resuelven, cuando así sea podrás considerar intentar este tipo de alquimia.



De modo que ahora tenemos dos de los tres elementos necesarios para la alquimia: algo a transformar (los patrones habituales de interacción) y el recipiente (la red de seguridad, por así decirlo, de la relación misma) Se necesita un tercer elemento y ése es, por supuesto, la energía para provocar la reacción.  Generalmente hay abundante energía en las relaciones, bajo la forma de patrones neuróticos, esperanzas, miedos y deseos. Hablaremos de ellos en seguida, pero primero quiero hablar del acero.



Nuestro yo psicológico se parece mucho a una espada hecha de una aleación de acero. Se ha forjado en la ardiente fundición de nuestra infancia, en las presiones formativas de nuestras experiencias más tempranas. Este período temprano de la vida liga los elementos de nuestras psiquis. Y como el acero, esto se hace bajo inmenso calor y presión. Algunos de nosotros sufrimos el abuso de padres despóticos o directamente hostiles cuando no destructivos. Algunos fuimos dejados a nuestra suerte sin apoyo ni guía de ninguna clase. Y todos los tipos de relaciones de los niños con sus padres caen entre estos dos extremos. Las posibilidades de presiones sobre la infancia son prácticamente innumerables, y también las aleaciones psicológicas que resultan de esta clase de experiencias.



Mucho se habla del niño interior en muchos grupos de crecimiento personal, y en tanto es ciertamente valioso tomar contacto con el yo más joven, no siempre es agradable. Un mito de nuestra cultura dice que la infancia es época de inocencia, un período en que todo está bien en el mundo. Para algunos niños puede ser; para muchos definitivamente no lo es.



Recuerdo estar en la casa de un colega terapeuta durante una fiesta hace unos pocos años. La mayoría de los adultos éramos terapeutas, psicólogos o psiquiatras. Yo me había acomodado en un enorme sofá, tomando mi Pepsi, cuando noté una situación interesante. Uno de los terapeutas había traído a su hijo y al mejor amigo de su hijo a la fiesta. Era evidente que los dos chicos eran amigos. Estaban jugando algún juego de naipes y respetando cada uno el turno de la jugada del otro. No intentaban trampear, parecían estar en una burbuja de camaradería.



Entonces llegó el padre del chico y les preguntó si necesitaban algo. Los dos lo miraron con caritas de angelitos y sonrieron. No, dijeron, con las vocecitas infantiles más encantadoras. El papá palmeó la espalda de su hijo, y al salir, como al descuido hizo lo mismo con el amigo de su hijo.  Por un momento, su hijo miró el incidente horrorizado. Se notaba que no podía creer lo que veía. Entonces, cuando su padre se había ido a otra habitación, el chico apuntó y ¡le pegó a su mejor amigo en la cara!



Esto no era inocencia infantil. Esto era ira infantil. No estaba dispuesto a compartir el afecto de su padre, ni siquiera con su mejor amigo. Esta clase de celos es típica de los mamíferos superiores, y nosotros aún somos mamíferos a pesar de todas nuestras ilusiones santurronas y autocomplacientes. No importa cuán elevados espiritualmente estemos, mientras vivamos compartiremos rasgos con nuestros hermanos y hermanas mamíferos.



La vida interior de un niño es a menudo muy diferente de lo que imaginan los que lo rodean. La vida psicológica de un niño, rodeado de peligros y oportunidades, está conformada directamente por cómo elige manejarlos. Ya sea algo tan amenazador para su vida como un padre desquiciado o un abusador, o aparentemente inofensivo, como elegir con quién ir al baile de egresados, en cierta forma no importa. En tanto el impacto de pelear por su vida muy bien puede marcar la conducta de un niño hasta avanzada la adultez, las pequeñas decisiones de la vida, como con quién socializar o no, también tienen importancia. Todas estas decisiones menores crean calor y presión psicológica interna. Las aleaciones de la personalidad se funden o se queman. La espada ya ha sido templada para cuando se alcanza la adultez, y la aleación de nuestras personalidades ya está fijada.



Algunos salimos de esta fundición de la infancia con filos duros como la roca; otros somos romos. Algunos sostenemos nuestros filos, otros parece que nunca podemos sostener nada.



La cuestión con el acero es que tiende a permanecer en su forma original una vez que sale de la fundición. Y una de las pocas cosas que alguna vez puede re-configurar esa aleación es que el acero se vuelva a calentar como cuando tomó forma por primera vez.



En el trabajo alquímico de la Relación Sagrada , voluntariamente nos ponemos de vuelta en la fundición. El calor que se levanta entre dos personas cuando sus neurosis se frotan una contra otra puede llegar a ser  bastante intenso. Si ambos pueden encontrar el coraje de ser radicalmente honestos consigo mismos y con el otro en estos momentos que queman, las aleaciones psicológicas se pueden cambiar. La relación recibe un nuevo hálito de vida impulsado por la energía de la verdad psicológica.



La cuestión es que la mayoría de nosotros hace cualquier cosa para evitar el calor psicológico. Cuando nos sentimos incómodos, muchos salimos huyendo. Para algunos, significa literalmente hacer las valijas y salir de la ciudad, o al menos fuera de la vista.  Para algunos significa estar físicamente presente, pero ya no presente emocionalmente. Nos entumecemos. Nos volvemos autómatas. Nos movemos y hablamos casi en forma normal, pero nos hemos alejado mucho hacia adentro. Otros nos atontamos con alcohol o drogas. Y algunos lo hacemos con televisión. Los humanos somos muy hábiles y creativos, después de todo. Podemos encontrar toda clase de formas de evitar enfrentarnos con nosotros mismos. De hecho son demasiado numerosas para que les dé una lista. Pero sospecho que tienen idea. Creo que la verdadera pregunta es ésta: ¿qué haces cuando las cosas se ponen demasiado calientes psicológicamente para tu gusto?  ¿Qué haces cuando estás al borde de sentir algo que no quieres sentir?



Para quienes están en un Relación Sagrada esos sentimientos son un llamado a estar presentes. Es hora de ser radicalmente honestos, y que ambos expresen sus verdaderos sentimientos, no importa cuánta vergüenza o temor les cause. Diciéndose sus verdades, entra un elemento revitalizador en la dinámica. La honestidad psicológica resulta en comprensión psicológica. Y con la comprensión viene la esperanza de conciencia, y con la conciencia puede haber cambios.



Este capítulo dista de ser un manual de Alquimia para las Relaciones. Más que nada, creo, es una advertencia.  Magdalena aludió a esto en el Manuscrito. Lo llamó oscurecimientos hacia la huída. ¿No les suena maravillosamente exótico? Bueno, pues no es muy exótico cuando el oscurecimiento uno lo tiene cara a cara. Y no es un sentimiento exótico cuando la fundición de la relación se calienta de modo que uno siente que se disuelve (psicológicamente, por supuesto). Toma coraje y fortaleza quedarse en la fundición cuando el calor empieza a debilitar la estabilidad de lo que uno percibe como su propia imagen. A muy pocos nos hace gracia pasar por tontos, que nos vean asustados, mezquinos o celosos. Y vamos a hacer elaborados esfuerzos para esconder esos sentimientos ante otros y ante nosotros mismos.



Pero en una Relación Sagrada esas cosas invariablemente salen a la superficie como el barro que se levanta al revolver el fondo de un barril.  La cosa es darse cuenta de que esto no significa que estás haciendo las cosas mal (en la Relación Sagrada ); significa que tal vez las estás haciendo bien.  Como dijo Magdalena en el Manuscrito, el poder de la alquimia hace salir, empuja hacia afuera, la escoria. Esto puede ser fascinante cuando la escoria sale de tu compañero pero es verdaderamente horrible cuando es tu propia escoria la que se está volcando afuera.



Lo que hace sagrada a una Relación Sagrada es que es de veras una manera sagrada de ser. La raíz de la palabra sagrada (holy en inglés) en realidad significa volverse completo (whole). Así que... cuando hacemos algo que crea esta completud o integridad (en este caso psicológica) nos involucramos en un acto sagrado.



En el crisol de la seguridad, honestidad y agradecimiento mutuo, es posible forjar un nuevo yo. Este nuevo yo es psicológicamente más honesto, más consciente y más libre que su contraparte antes de entrar en la fundición de la relación. Y como el fénix que se levanta de sus propias cenizas, este yo tiene alas. Puede volar a lugares que antes sólo podía imaginar.



Hay aquí misterios y tesoros que esperan a quienes tienen el coraje de entrar en las profundidades de sí mismos y sus compañeros. No es para todos, como ya dije. Probablemente sabrás si eres candidato posible, porque lo sentirás en tu alma, en tu corazón.



Si te inicias en este camino, has de saber que no hay manual de instrucciones. Allí afuera hay muy poca guía. El sendero a la espiritualidad ha sido tradicionalmente solitario. Y en tanto los tiempos en soledad puedan ser necesarios para aquellos en Relaciones Sagradas, algo ha cambiado.  Ellos consienten en transitar juntos el camino hacia la divinidad, lado a lado,  a través de cielo e infierno, a través de brillantes cumbres donde todo se ve claro como cristal, y a través del oscuro valle de la muerte psicológica donde es difícil ver los propios pies uno delante del otro. Sin embargo, a través de la oscuridad del no saber, empieza a surgir una profunda fuerza primordial. Requiere un tipo inusual de sagrada trinidad – tres cosas para que cumpla con su muy sagrada tarea: seguridad mutua, honestidad psicológica y aprecio del Amado.


¡Buen viaje!


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TODO ABSOLUTAMENTE TODO ESTA DENTRO NUESTRO.
Siempre disciernan sin juicio, sin crítica.

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