"Algo de mis Yo's Puntosuspensivadas (…)" by Brenda G. alias Kamala Telb

Siddharta y Kamala

Palabras de Siddharta a Kamala

"Tú eres como yo, diferente de la mayoría de las personas, eres Kamala y nada más. Dentro de ti hay paz y un refugio a donde puedes ir a cada hora del día. Yo también puedo hacerlo. Poca gente tiene ese asilo y, sin embargo, todos lo podrían tener."

Ujuuum....ASI MISMITO!!

Ujuuum....ASI MISMITO!!

sábado, 24 de diciembre de 2011

(KT-2011) Día 15030- "Comprendiendo a mi Grinch Interno" by YO

El sábado, 24 de diciembre de 2011 a las 11:57 pm

Día 15030-"Comprendiendo a mi Grinch Interno" 
By Brenda G. alias Kamala Telb

Hace unos días escuché algo que me llamó la atención: La depresión no es algo hereditario, es algo que se aprende. ¡Uuufff! ¡Qué gran alivio sentí! Esa premisa me condujo a pensar la razón por la que no me agradan ciertas fechas bulliciosas y los consabidos asuntos protocolares.
La gente anda de prisa buscando qué cosas innecesarias comprar, qué ropa ponerse, qué zapatos usar, qué novedad habrá en esta tal o cual fiesta y qué ridiculez hará esta vez tal o cual persona que usualmente se pone impertinente, etc., etc., etc.
En honor a la verdad, ésa no fue la realidad de las festividades en mi vida. Mis parientes son bastante comportaditos y se pasaba muy bien. Agraciadamente las relaciones eran armoniosas. No conozco de pretensiones estrambóticas y brilloteo en el vestir, ni tampoco conocí eso de chismes de familia o que algunos se hayan dejado de hablar por años, y muchísimo menos eso de ridiculizar a los cercanos que se pasaban de tragos y ni siquiera a los agregados inesperados. La incomodidad era respecto a la tirantez percibida en la relación entre mis padres.
Para mí resultó ineludible resentir estas fechas en la que intuía desde el día de Acción de Gracias, la guerra fría entre mi papá y mi mamá respecto a dónde pasaríamos las fiestas. Honestamente, me cuesta recordar qué hacíamos en Navidad aparte de nuestras actividades de núcleo familiar como ir a Misa de Gallo, leer las tarjetitas firmadas por “Niñito Jesús”, escuchar las voces de Melchor, Gaspar y Baltazar en un cassette pregrabado y abrir regalos sorpresivos que nos deslumbraban ya que sin haber pedido algo siempre atinaban con nuestros más profundos deseos. Ajá, me cuesta recordar las festividades navideñas familiares, pero tengo muy fresca la imagen de desconcierto e incertidumbre de la obligada celebración protocolar de despedida de año.
De camino a Guayama dominaba el silencio de palabras. Sin embargo, los pensamientos de mis progenitores resultaban estruendosos en mi cabeza.
Para mi padre era impostergable pasar despedida de año con su familia y sobre todo con su madre por si acaso era su última despedida de año.
La casa de mi Tía paterna -la Mayor- siempre estaba llena de comida, de música, de alboroto bongocero, de fuegos artificiales, de familiares y agregados: que si innumerables latas de cerveza a ingerir desde muy temprano en la mañana en el patio de la casa en el hábitat de los varones alrededor del lechón asa’o que anticipaba el cuerito más deseado, que si el reguero del “serrucho” en la mesa octagonal de 6 sillas, que si el entra y sale, que si el televisor prendido y también la radio, que si gente y más gente y el saludo con lágrimas en los ojos por año que se fue más que por el año que comenzaba. Imperdonable dejar de mencionar el famoso brindis del bohemio de año tras año que -como si algo nos invadiera en lo interno- se escuchaba con una atención tan extraña que parecía que estábamos viendo algún estreno. Ajá, ese brindis en el que varios hombres solitarios añoraban pasados incrustados en su piel hasta que el último de ellos remembraba a su madre muerta hacia ya como mil años. Un monólogo que recitaba el actor Benjamín Morales con un lamento quejumbroso que hacía llorar a cualquiera. Mi Abuela aún estaba bieeen vivita y coleando pero el jodio brindis se escuchaba en silencio y sollozos como si ella ya se hubiera ido.
Recuerdo a mi madre en silencio en el mismo asiento en el que se había sentado cuando llegamos. La veía como “apestada”, incómoda, resentida, aburrida como si nada le causara gracia de aquel escenario. Intentaba interpretar su silencio y traducirlo en palabras de la niña en mí. Miiiiiii interpretación de su silencio y “observanza” me resultaba ensordecedora y reconozco que fue como carimbo en mí: “Por favoooor, cuánta ignorancia, qué ridiculez ésta de tanta gente viendo el mismo programita año tras año con la cantaleta de los apegos y las lamentaciones.” Era como un eco que trascendía mientras que simultáneamente creaba lazos de empatía femenina y filial: “Y yo, ¿qué hago aquí?”
En contraste, en casa de mi Tía materna -la Mayor- y mi Padrino, sólo estaban nuestros primos y nosotras. Allí todo estaba inmaculadamente limpio y en calma, la mesa del comedor rectangular de tope de mármol con 8 sillas acolchonadas de madera, pisos brillositos, cerveza en vasos de cristal, con música de tríos a un volumen que permitía conversar o la tele sintonizando al show de Iris Chacón, Luis Vigoreaux o Carmita Jiménez y después a Walter Mercado. Dicho sea de paso, a mi madre tampooooco le agradaba eso del horóscopo pero decía shhhhhh cuando se acercaba su signo. Nada, lo que quiero decir es que era una cosa a la vez: tan pronto se despedía el año, entoooonces se salía a la calle a saludar a los vecinos.
Bueno, al pasar los años mis padres llegaron al acuerdo de que cada quien pasaría despedida de año con quien quisiera. Obviamente mi madre optó por irse a casa de mi tía -la mayor-. Mis prim@s matern@s eran mayores que nosotras y los paternos eran nuestros pares. Mi hermana y yo teníamos la opción de despedir el año en un ambiente o en otro.
Lo que no he mencionado es que el aniversario de mis padres era el día de Año Nuevo, y debo dejar claro que para mí de nuevo no tenía nada de nada. No recuerdo regalos ni besos ni abrazos entre mis padres, ni en su aniversario ni en el mercadeado día del amoooor ni en cumpleaños, así como pensé se suponía que fuera entre un matrimonio de dos que se aman. Sospecho que por esa razón es que le he huido a estos eventos con la excusa de que prefiero estar a solas, como si con esa actitud pudiera lograr “chiquitear” (empequeñecer) tales eventos. Ha sido algo así como convencerme de que no es posible extrañar lo que no se ha tenido o como si con mi actitud dijera: “Trátame mal pues sólo sabría reaccionar ante eso; de lo contrario, me sentiré perdida.” ¡Ea rayete, qué gran contradicción, no!
Les cuento que soy la Mayor de dos hermanas, que me casé un 1ro de enero del primer año de una década -veintiún años después que mis padres- y que me divorcié tres años más tarde un día antes del día de Acción de Gracias. Pienso que todo esto fue así, con la intención semi-inconciente de cambiar una historia… Mi Historia.
En estos días me di cuenta de varios asuntos. Estos recuerdos y descubrimientos son parte de mí y de una historia compartida. Rechazar recuerdos implicaría evadir revelaciones que son parte de mi crecimiento. Hoy ya mis hijos han crecido y les he permitido que decidan qué hacer y con quién pero no les he explicado mis razones. Claro está, yo no las había descubierto hasta este instante. Simplemente conjeturé que detestaba el bullicio cuando la verdad es que me agrada ver cómo la gente aprovecha estas fechas para expresar sentimientos que el resto del año mantiene al resguardo. A decir verdad me gustan las luces y el nacimiento bajo el arbolito, los regalos significativos, las ocurrencias de la gente, la comida, los refrigerios. Me gusta el Día de Acción de Gracias, me encanta la misa de Noche Buena y fascina la festividad de la Epifanía o sea Los Tres Reyes Magos a quienes recreo con gran ilusión. Me gusta celebrar el nacimiento y los logros de mi gente, tener detalles y me enorgullecen la mayoría de las tradiciones de mi país.
Ante todo esto extraño que comparto hoy, reconozco que cuento con la dicha de que mis padres respetan mi postura aunque no tengan idea de mis razones. Reconozco además el privilegio de que el padre de mis hijos tampoco le llama la atención esa costumbre de protocolos y apegos inconscientes. Y también reconozco y atesoro grandemente que mi carismática hermana -la menor- junto a su esposo -mi queridísimo Compadre-, han hecho historia en la vida de mis tesoros preservando la tradición del parrandeo entre buena comida, congas, pleneras y bombas improvisadas, con la música autóctona, el arbolito chic con muuuchas lucecitas y el televisor apagado hasta segundos antes del conteo pero ante todo aprecio el brindis espontaneo de gratitud recibiendo el Nuevo Año.
He decidido que mis venideras decisiones relacionadas a las costumbres y tradiciones, las continuaré tomando si me satisfacen y no con el propósito de meramente complacer a los demás. La esencia del mensaje es que nada es obliga’o, que cuando decidan con quien pasar este tipo de fechas y cómo celebrarlas, sea con la conciencia de que se sientan bien y en libertad para escoger con quién, dónde, cuándo y cómo. En resumidas cuentas, mis hijos reflexionarán acerca de sus propios sentimientos, interpretaciones y descubrimientos.
En estas festividades del 2011-2012, tal vez me quede en casa y quién sabe si invite a mi ex a compartir en familia. Tal vez visite a mi familia paterna y envíe significativas tarjetas a mi familia materna en el extranjero. Quién sabe si hasta hornee galletitas para mi hermanita la menor. El punto es que lo que ciertamente sí será distinto es que lo disfrutaré con la conciencia despierta ya no por andar en huida de protocolos sino con la conciencia despierta de pasarla bien y a mi Style. En otras palabras, digamos que patrocino libertades liberadas de apegos ya que incluso las tradiciones se pueden elegir.
¿Qué implica la celebración del Nacimiento del Niño Dios y el Recibimiento de un Nuevo Año?  Pues para mí es un comienzo de Algo Muy Especial.
¡Que disfruten como hagan lo que decidan hacer, en dónde sientan hacerlo y con quién!
Un abrazote bieeen apreta’o,
YOSafe Creative #1211190724778 ... alias Kamala Telb