Hay muchos aspectos que forman parte de la espiritualidad. Por supuesto, está el estudio con el que podemos obtener conocimiento sobre las muchas profundidades de la magnificencia del Creador. También está la oración, un canal por el que las palabras y pensamientos pueden conectarnos con la omnipresencia de la Luz de Dios. Ambos aspectos son importantes, pero hay otro más, uno que considero que es el más poderoso para alcanzar un estilo de vida espiritual y todas las bendiciones y la plenitud que vienen con él.

Esto es a lo que me gusta llamar espiritualidad en acción. Ya que no hay nada que genere más positividad en el mundo que extender nuestro corazón a los demás o dar una mano amiga a alguien que la necesita. Orar a Dios es hermoso y estudiar sobre Dios es el camino a la iluminación, pero ser como Dios es verdaderamente divino.

En la porción del Zóhar que leemos en esta semana hay una historia sobre un niño de seis años llamado el Yenuká (el niño) quien tenía el don de la visión espiritual. Cuando dos visitantes entraron a su casa (almas justas, por cierto), él fue capaz de “ver” que no habían hecho las oraciones matutinas. Él podía “ver” que no habían establecido determinados canales espirituales para ese día. Esto no sólo es testimonio del hecho de que los niños pequeños generalmente tienen más acceso al plano oculto que los adultos, pero mientras la historia avanza, encontramos una gran lección.

Después de que el niñito pone al descubierto a estos dos hombres justos, ellos quedan atónitos. Confirman que sí, él está en lo correcto, ellos no habían hecho sus conexiones. Pero luego explican la razón: estaban ocupados ayudando a una pareja que estaba retrasada en su casamiento por asuntos económicos y no tenía familia ni amigos que la apoye. Ellos perdieron su propio “tiempo” con el Creador porque habían estado “practicando” lo que “predicaban”. Sabían que esta acción de compartir verdadero, por la que no tendrían restitución ni beneficio, era más importante dicha mañana.

¡Un recordatorio excelente! Es muy fácil asumir una rutina en nuestro propio trabajo espiritual y olvidar la razón por la que realizamos este camino espiritual en primer lugar. Gracias a la Torá, somos bendecidos con lineamientos definidos, pero no debemos olvidar nunca las ideas de empatía, bondad y dignidad humana; ya que inevitablemente son las que cambian el mundo.

Este concepto me recuerda la idea de que cuando Dios creó esta Tierra, lo hizo con las leyes de la naturaleza. Pero también creó puntos específicos en el tiempo y en el espacio en los que habría excepción a esas leyes, como cuando el sol no se movió en el cielo para Yehoshúa. Del mismo modo ocurre en nuestro camino. Todos tendremos tiempos en los que seremos llamados a ayudar a alguien más sacrificando algo nuestro. La idea es recordar que cuando se trata de compartir, somos nosotros los que realmente nos beneficiamos del intercambio.

En la porción de la Torá de esta semana (Devarim), Moshé reprende a los israelitas, no con repudio ni rabia, sino con amor. Él los estaba ayudando a ver los lugares en los que necesitaban transformarse. Él sabía que ellos tenían que ser capaces de pararse firmemente. 

Él sabía que ellos tenían que aprender a tomar decisiones; no para lucir bien ni encajar, sino para desarrollar su naturaleza espiritual, tal y como las dos almas justas hicieron en esta historia. Este es el regalo que todos recibimos también.

Esta es la semana para expresar la espiritualidad en acción. El aspecto inmortal de nuestro ser está buscando compartir constantemente, cuidar, orar por los demás, dar y recibir amor libremente. Permanezcamos siempre abiertos a las oportunidades que aparezcan.

Que tengas una semana llena de bendiciones,
Karen