"Tú eres como yo, diferente de la mayoría de las personas, eres Kamala y nada más. Dentro de ti hay paz y un refugio a donde puedes ir a cada hora del día. Yo también puedo hacerlo. Poca gente tiene ese asilo y, sin embargo, todos lo podrían tener."
LA IDEA DE AKASHA Y EL ESPACIO HOLOGRÁFICO EN LA FÍSICA CUÁNTICA.
ERVIN LAZSLO TRAZA LA CORRESPONDENCIA ENTRE LA IDEA DE AKASHA Y EL UNIVERSO HOLOGRÁFICO DE LA FÍSICA MODERNA.
POR: ALEJANDRO DE POURTALES
Uno de los puntos más altos en la historia del pensamiento humano ocurrió hace aproximidamente 3 mil años en la India con el esplendor de la literatura védica. Una mítica época dorada que entre otras cosas nos legó el atisbo filosófico de que nuestra realidad es la representación de una realidad más profunda, de que existe una dimensión implicada u oculta que in-forma a la realidad que conocemos cotidianamente. El científico y filósofo de la ciencia Ervin Laszlo, como otros ante que él, sugiere que esta dimensión profunda ha sido redescubierta por la física cuántica, específicamente por la teoría holográfica, la cual sería el equivalente del “akasha” hinduista. “Existe un compendio de conocimiento e información conservado en un plano de realidad no-físico, que se conoce como los registros Akashicos”, escribe Laszlo en su nuevo libro The Self-Actualizing Cosmos: The Akasha Revolution in Science and Human Consciousness,
En la cosmogonía hinduista dispuesta por los rishis (videntes), el mundo estaba compuesto por cinco elementos vata (aire), agni (fuego), ap (agua), prithivi (tierra) y akasha (éter). Akasha es el espacio pero también, “el resplandor” o la “luz onmiabarcante”; es el elemento que sostiene a los demás, un substrato del cual emergen los demás y al cual regresan. En el libro Raja Yoga, Swami Vivekananda señala que Akasha “es tan sutil que yace más allá de la percepción ordinaria; sólo puede verse cuando se condensa, y toma forma”. En los Upanishads se dice: “Todos los seres surgen del espacio, y al espacio regresan: el espacio en verdad es el origen, y el espacio es el fin”. Laszlo advierte que el físico David Bohm, gran amigo del filósofo Krishnamurti, expresó lo mismo con su Orden Implicado:
Lo que experimentamos con los sentidos como espacio vacío es el fundamento de la existencia de todo, incluyéndonos a nosotros. Las cosas que percibimos con nuestros sentidos son formas derivadas y su verdadero significado puede sólo verse cuando consideramos la plenitud, en la que se generan y sustentan, y en la que luego deberán de desvanecerse.
Este paradójico vacío cuántico tiene su contraparte en el concepto budista de “sunyata” (una palabra que significa vacío pero también connota algo que está henchido, pletórico): el vacío radiante. El vacío paradójicamente es la plenitud: contiene todas las formas, es potencia pura, la espuma de la creación cósmica. En su libro Ka, sobre mitología de la India, Roberto Calasso habla sobre como antes de la creación de este mundo ya existía la mente, que descansaba en las aguas. Este mundo eran las aguas que fluían en si mismas, “en la ola indistinta”. Hasta que: “Las aguas desearon. Solitarias, ardieron. ‘Ardieron el ardor’. En la ola se formó una concha de oro. Esto, el uno, nació por la potencia del ardor”. Este deseo o ardor (tapas), que brota del “irreductible plural femenino” que son las aguas, se manifiesta como una chispa, como un resplandor que enciende la cresta de una ola: la luz, las partículas subatómicas que emergen de la espuma cuántica.
En los últimos años, físicos como Craig Hogan, Juan Maldacena, Leonard Susskind, Gerard ’t Hooft y filósofos como Nick Bostrom y Tom Cambell han sugerido he intentado probar que nuestro universo podría ser un inmenso holograma: que el espacio-tiempo estaría codificando información de una dimensión superior y nuestro universo podría ser la la proyección en 3D emanando del horizonte de sucesos de un agujero negro (Hogan incluso plantea la posibilidad de que nuestra realidad se vuelva granulosa en el horizonte de sucesos, como una imagen pixelada). A propósito de nuevos cálculos que parecn confirmar esto, el físico Leonard Susskind escribió:
Han confirmado numéricamente, tal vez por primera vez, algo de lo que estábamos seguros de que era cierto, pero aún se mantenía como una conjetura: que las termodinámicas de ciertos agujeros negros pueden ser reproducidas desde un universo dimensionalmente más bajo o simple.
Lazslo coincide con en esta corriente dentro de la física y ve reflejado en el prinicipio holográfico la antigua filosofía védica.
Aparentemente los agujeros negros, como el cosmos en su totalidad, son holográficos. La mircoestructura del espacio está patronada por ondas tridimensionales que corresponden a códigos en 2D en la periferia del espacio-tiempo, y la energía interna de un agujero negro y la energía interna de las correspondientes dimensiones inferiores son equivalentes. Esto sugiere que el espacio-tiempo es un holograma cósmico y las partículas y los sistemas cuánticos que constituyen son elementos intrínsecamente entrelzados de este.
Otras teorías también parecen apuntar a este idealismo de la física –del mundo como representación. El descubrimiento reciente del amplituhedro por parte Jacob Bourjaily, y de Nima Arkani-Hamed muestra desde otra perspectiva una cosmovisión similar. El amplituhedro es objeto geométrico que evoca una joya –de la cual emergen todas las joyas y sus reflejos, para usar la metáfora hinduista del “collar de perlas de Indra– el cual simplifica enormemente los cálcuos de las interacciones entre partículas. Esta joya “en el centro de la física cuántica” pone en entredicho “la noción de que el espacio y el tiempo son componentes fundamentales de la realidad”, son, según sugiere la nueva teoría solamente propiedades secundarias de una realidad geométrica subyacente de la cual se desdobla el mundo físico que conocemos, como la proyección de un substrato matemático.
El concepto de Akasha, apropiado por la teosofía y otras nuevas filosofías místicas, ha llegado a significar también la memoria del universo. Una memoria no-local, que se almacena en su totalidad en cada parte, por lo cual la metáfora de nuestro universo es una simulación computarizada resuena o permite concebir una estructura holográfica, similar a un aleph informático. El divulgador de la ciencia, Michael Talbot, explica en su libro El Universo Holográfico:
De la misma forma que toda porción de un holograma contiene la imagen de la totalidad, cada porción del universo contiene la totalidad. Esto significa que si supiéramos el medio de acceder, podríamos encontrar la galaxia de Andrómeda en la huella digital del dedo gordo de nuestra mano izquierda. Podríamos encontrar a Cleopatra conociendo a Julio Cesar por primera vez, ya que en un principio la totalidad del pasado y las impliaciones del futuro están contenidas en cada porción del espacio-tiempo. Cada célula de nuestro cuerpo contiene al cosmos entero.
El concepto de Laszlo de Akasha es el de un todo vinculante, el soporte mismo del programa del universo y el lenguaje que integra y unifica la multiplicidad emergente. “Akasha hospeda las relaciones geométricas que gobiernan la interacción de los quantums y de todas las cosas constituidas en el espacio-tiempo cuántico. Es el asiento de los campos y las fuerzas del mundo manifiesto”. Es posible que Laszlo tienda a deificar un concepto o a reducir todo a una fuerza de información universal sin tener sustento científico. Apuesta más a la correspondencia y a la intuición. De cualquier forma la discusión parece legítima y del más alto interés: tanto la ciencia como la metafísica sugieren que existe una dimensión oculta implicada en la realidad. La más seria búsqueda de conocimiento debería de estar orientada a explorar esa dimensión en la medida de lo posible.
ERVIN LÁSZLÓ: SOBRE LOS CAMPOS AKÁSICOS Y LA DINÁMICA DE LA EVOLUCIÓN.
Dos veces candidato al Nobel de la Paz, este físico y filósofo de la ciencia húngaro aboga por “una cultura más ética”, desde un “interés transdisciplinar”.
Niño prodigio, virtuoso del piano, el húngaro Ervin László (Budapest, 1932) debutó a los nueve años con la Filarmónica de Budapest. Dos veces nominado para el Premio Nobel de la Paz, este doctor en Filosofía de la Ciencia con cuatro doctorados honoris causa creó el Club de Budapest, un laboratorio de ideas para un mundo más ético, y la Universidad del Cambio Global, que opera por Internet y ofrece un programa de graduación en economía, arte y religión. Tiene 75 libros publicados, entre ellos El cambio cuántico: cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la sociedad , El cosmos creativo y La revolución de la conciencia , editados por Kairós. Sus investigaciones le han llevado a defender la existencia de un campo cósmico de interconexiones que conserva y transmite información. “La política de partidos está obsoleta, en el futuro las personas se auto organizarán en grupos –señala–. Creo en una realidad superior que puede incorporarse dentro del conocimiento científico”.
Concertista de piano, filósofo, físico...
Mi interés es transdisciplinar. De lo físico surgió lo biológico y más tarde lo social, psicológico, político. Es todo un continuo y yo siempre he querido entender qué proceso hay detrás de todo ello y cuál es nuestro lugar dentro de ese proceso.
Y fundó el Grupo de Investigación sobre la Evolución General.
Quería saber más y era consciente de que solo no lo iba a conseguir, así que reuní a un grupo de científicos y pensadores para desarrollar una nueva teoría general de la evolución que iluminara el camino de un mundo mejor en respuesta a la rápida proliferación de armas nucleares.
Y el Club de Budapest (1993).
Para cambiar el rumbo de nuestro mundo (insostenible, polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética y el humanismo.
Los líderes no estaban dispuestos a hacer nada. Nosotros, científicos de distintas áreas, defendíamos otro tipo de crecimiento, que hoy llaman sostenible, y teníamos claro que necesitábamos líderes de opinión para difundirlo. Entre los primeros miembros estaban el Dalái Lama, Milos Forman, Mijaíl Gorbachov, Yehudi Menuhin, Rostropóvich, Arthur Clarke, Desmond Tutu. Ahora ya somos sesenta.
¿Y ha encontrado una teoría científica que sustenta esa lucha?
Creo que hay un campo de información como sustancia del cosmos del que participamos todos. Esa dimensión que no se puede observar pero que es real hace que todas las cosas se conecten entre sí y es también una memoria: cuando algo tiene lugar, la información permanece en esa dimensión.
Lo ha llamado campo akásico.
Hace 5.000 años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa , matriz de toda materia y fuerza del universo. Me di cuenta de que esa idea era la que yo intentaba definir como campo psíquico profundo y le cambié el nombre. Hoy muchos científicos trabajan con ella.
¿Tiene bases científicas?
Sí, tengo varios libros publicados que ahondan en ello. El campo akásico crea coherencia entre los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear, cuántico y el de Higgs) y explica los misterios que las diversas ciencias compartimentadas no son capaces de explicar, por ejemplo: no se entendía cómo organismos complejos se transformaban en otra especie, capacidad sin la cual todavía seríamos algas marinas.
Las llaman mutaciones espontáneas.
Fred Hoyle, reconocido cosmólogo y físico inglés, calculó la posibilidad de ese azar: “Equivale a que un huracán entre en un desguace y que su paso deje un avión montado”.
Todo está autoorganizado. Otros científicos y yo creemos que el campo akásico está implicado en la evolución de los universos.
¿Cómo evolucionan los universos?
Nacen unos de otros. Al big bang se le llama ahora el big bounce (el gran rebote). Un universo como el nuestro va expandiéndose hasta que se colapsa y empieza a contraerse hasta una dimensión cuántica, toda la materia del universo acaba en la cabeza de un alfiler, y entonces la fuerza de expansión es tan fuerte que ocurre una explosión que crea nuevos universos.
¿Y vuelta a empezar?
La información que se ha generado en este primer universo es heredada por el segundo, de la misma manera que un cigoto tiene la información de los padres. El campo akásico es holográfico, la información de toda la imagen está en cualquier punto. Todo está conectado y nada desaparece.
Entonces, usted o yo, ¿contenemos toda la información del universo?
En un estado alterado de conciencia podemos acceder a esa información que no está en el cerebro pero que este es capaz de capturar. El gran error del mundo moderno ha sido considerar que todo lo que no se puede oír, tocar o ver es una ilusión. La realidad fundamental no es observable directamente. Por ejemplo: si tiro una lapicera observo cómo opera la gravedad, pero no puedo ver el campo gravitatorio, sólo el efecto. Todas las fuerzas de la naturaleza están en esa dimensión más profunda y sólo observamos los efectos. Yo baso mi teoría en la física cuántica, en las observaciones biofísicas de los seres vivos, en la psicología transpersonal y en la cosmología que estudia los multiversos.
¿Cómo explica la convulsión actual?
Es parte de la dinámica de la evolución, cuando se alcanza un punto crítico, el punto de bifurcación, el sistema o bien se desmorona o bien se reorganiza de otra manera para estabilizarse.
Estamos en ese punto crítico.
La Tierra es como una nave espacial con una tripulación de 7.000 millones de personas. Recibe energía del Sol pero no materia, por tanto la regla es sencilla: hay que reciclar, vivir en armonía entre nosotros y con el planeta, crear una cultura más ética.
© LA VANGUARDIA, 2012. — con Pauly Rubbo y 7 personas más.
ERVIN LAZSLO TRAZA LA CORRESPONDENCIA ENTRE LA IDEA DE AKASHA Y EL UNIVERSO HOLOGRÁFICO DE LA FÍSICA MODERNA.
POR: ALEJANDRO DE POURTALES
Uno de los puntos más altos en la historia del pensamiento humano ocurrió hace aproximidamente 3 mil años en la India con el esplendor de la literatura védica. Una mítica época dorada que entre otras cosas nos legó el atisbo filosófico de que nuestra realidad es la representación de una realidad más profunda, de que existe una dimensión implicada u oculta que in-forma a la realidad que conocemos cotidianamente. El científico y filósofo de la ciencia Ervin Laszlo, como otros ante que él, sugiere que esta dimensión profunda ha sido redescubierta por la física cuántica, específicamente por la teoría holográfica, la cual sería el equivalente del “akasha” hinduista. “Existe un compendio de conocimiento e información conservado en un plano de realidad no-físico, que se conoce como los registros Akashicos”, escribe Laszlo en su nuevo libro The Self-Actualizing Cosmos: The Akasha Revolution in Science and Human Consciousness,
En la cosmogonía hinduista dispuesta por los rishis (videntes), el mundo estaba compuesto por cinco elementos vata (aire), agni (fuego), ap (agua), prithivi (tierra) y akasha (éter). Akasha es el espacio pero también, “el resplandor” o la “luz onmiabarcante”; es el elemento que sostiene a los demás, un substrato del cual emergen los demás y al cual regresan. En el libro Raja Yoga, Swami Vivekananda señala que Akasha “es tan sutil que yace más allá de la percepción ordinaria; sólo puede verse cuando se condensa, y toma forma”. En los Upanishads se dice: “Todos los seres surgen del espacio, y al espacio regresan: el espacio en verdad es el origen, y el espacio es el fin”. Laszlo advierte que el físico David Bohm, gran amigo del filósofo Krishnamurti, expresó lo mismo con su Orden Implicado:
Lo que experimentamos con los sentidos como espacio vacío es el fundamento de la existencia de todo, incluyéndonos a nosotros. Las cosas que percibimos con nuestros sentidos son formas derivadas y su verdadero significado puede sólo verse cuando consideramos la plenitud, en la que se generan y sustentan, y en la que luego deberán de desvanecerse.
Este paradójico vacío cuántico tiene su contraparte en el concepto budista de “sunyata” (una palabra que significa vacío pero también connota algo que está henchido, pletórico): el vacío radiante. El vacío paradójicamente es la plenitud: contiene todas las formas, es potencia pura, la espuma de la creación cósmica. En su libro Ka, sobre mitología de la India, Roberto Calasso habla sobre como antes de la creación de este mundo ya existía la mente, que descansaba en las aguas. Este mundo eran las aguas que fluían en si mismas, “en la ola indistinta”. Hasta que: “Las aguas desearon. Solitarias, ardieron. ‘Ardieron el ardor’. En la ola se formó una concha de oro. Esto, el uno, nació por la potencia del ardor”. Este deseo o ardor (tapas), que brota del “irreductible plural femenino” que son las aguas, se manifiesta como una chispa, como un resplandor que enciende la cresta de una ola: la luz, las partículas subatómicas que emergen de la espuma cuántica.
En los últimos años, físicos como Craig Hogan, Juan Maldacena, Leonard Susskind, Gerard ’t Hooft y filósofos como Nick Bostrom y Tom Cambell han sugerido he intentado probar que nuestro universo podría ser un inmenso holograma: que el espacio-tiempo estaría codificando información de una dimensión superior y nuestro universo podría ser la la proyección en 3D emanando del horizonte de sucesos de un agujero negro (Hogan incluso plantea la posibilidad de que nuestra realidad se vuelva granulosa en el horizonte de sucesos, como una imagen pixelada). A propósito de nuevos cálculos que parecn confirmar esto, el físico Leonard Susskind escribió:
Han confirmado numéricamente, tal vez por primera vez, algo de lo que estábamos seguros de que era cierto, pero aún se mantenía como una conjetura: que las termodinámicas de ciertos agujeros negros pueden ser reproducidas desde un universo dimensionalmente más bajo o simple.
Lazslo coincide con en esta corriente dentro de la física y ve reflejado en el prinicipio holográfico la antigua filosofía védica.
Aparentemente los agujeros negros, como el cosmos en su totalidad, son holográficos. La mircoestructura del espacio está patronada por ondas tridimensionales que corresponden a códigos en 2D en la periferia del espacio-tiempo, y la energía interna de un agujero negro y la energía interna de las correspondientes dimensiones inferiores son equivalentes. Esto sugiere que el espacio-tiempo es un holograma cósmico y las partículas y los sistemas cuánticos que constituyen son elementos intrínsecamente entrelzados de este.
Otras teorías también parecen apuntar a este idealismo de la física –del mundo como representación. El descubrimiento reciente del amplituhedro por parte Jacob Bourjaily, y de Nima Arkani-Hamed muestra desde otra perspectiva una cosmovisión similar. El amplituhedro es objeto geométrico que evoca una joya –de la cual emergen todas las joyas y sus reflejos, para usar la metáfora hinduista del “collar de perlas de Indra– el cual simplifica enormemente los cálcuos de las interacciones entre partículas. Esta joya “en el centro de la física cuántica” pone en entredicho “la noción de que el espacio y el tiempo son componentes fundamentales de la realidad”, son, según sugiere la nueva teoría solamente propiedades secundarias de una realidad geométrica subyacente de la cual se desdobla el mundo físico que conocemos, como la proyección de un substrato matemático.
El concepto de Akasha, apropiado por la teosofía y otras nuevas filosofías místicas, ha llegado a significar también la memoria del universo. Una memoria no-local, que se almacena en su totalidad en cada parte, por lo cual la metáfora de nuestro universo es una simulación computarizada resuena o permite concebir una estructura holográfica, similar a un aleph informático. El divulgador de la ciencia, Michael Talbot, explica en su libro El Universo Holográfico:
De la misma forma que toda porción de un holograma contiene la imagen de la totalidad, cada porción del universo contiene la totalidad. Esto significa que si supiéramos el medio de acceder, podríamos encontrar la galaxia de Andrómeda en la huella digital del dedo gordo de nuestra mano izquierda. Podríamos encontrar a Cleopatra conociendo a Julio Cesar por primera vez, ya que en un principio la totalidad del pasado y las impliaciones del futuro están contenidas en cada porción del espacio-tiempo. Cada célula de nuestro cuerpo contiene al cosmos entero.
El concepto de Laszlo de Akasha es el de un todo vinculante, el soporte mismo del programa del universo y el lenguaje que integra y unifica la multiplicidad emergente. “Akasha hospeda las relaciones geométricas que gobiernan la interacción de los quantums y de todas las cosas constituidas en el espacio-tiempo cuántico. Es el asiento de los campos y las fuerzas del mundo manifiesto”. Es posible que Laszlo tienda a deificar un concepto o a reducir todo a una fuerza de información universal sin tener sustento científico. Apuesta más a la correspondencia y a la intuición. De cualquier forma la discusión parece legítima y del más alto interés: tanto la ciencia como la metafísica sugieren que existe una dimensión oculta implicada en la realidad. La más seria búsqueda de conocimiento debería de estar orientada a explorar esa dimensión en la medida de lo posible.
ERVIN LÁSZLÓ: SOBRE LOS CAMPOS AKÁSICOS Y LA DINÁMICA DE LA EVOLUCIÓN.
Dos veces candidato al Nobel de la Paz, este físico y filósofo de la ciencia húngaro aboga por “una cultura más ética”, desde un “interés transdisciplinar”.
Niño prodigio, virtuoso del piano, el húngaro Ervin László (Budapest, 1932) debutó a los nueve años con la Filarmónica de Budapest. Dos veces nominado para el Premio Nobel de la Paz, este doctor en Filosofía de la Ciencia con cuatro doctorados honoris causa creó el Club de Budapest, un laboratorio de ideas para un mundo más ético, y la Universidad del Cambio Global, que opera por Internet y ofrece un programa de graduación en economía, arte y religión. Tiene 75 libros publicados, entre ellos El cambio cuántico: cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la sociedad , El cosmos creativo y La revolución de la conciencia , editados por Kairós. Sus investigaciones le han llevado a defender la existencia de un campo cósmico de interconexiones que conserva y transmite información. “La política de partidos está obsoleta, en el futuro las personas se auto organizarán en grupos –señala–. Creo en una realidad superior que puede incorporarse dentro del conocimiento científico”.
Concertista de piano, filósofo, físico...
Mi interés es transdisciplinar. De lo físico surgió lo biológico y más tarde lo social, psicológico, político. Es todo un continuo y yo siempre he querido entender qué proceso hay detrás de todo ello y cuál es nuestro lugar dentro de ese proceso.
Y fundó el Grupo de Investigación sobre la Evolución General.
Quería saber más y era consciente de que solo no lo iba a conseguir, así que reuní a un grupo de científicos y pensadores para desarrollar una nueva teoría general de la evolución que iluminara el camino de un mundo mejor en respuesta a la rápida proliferación de armas nucleares.
Y el Club de Budapest (1993).
Para cambiar el rumbo de nuestro mundo (insostenible, polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética y el humanismo.
Los líderes no estaban dispuestos a hacer nada. Nosotros, científicos de distintas áreas, defendíamos otro tipo de crecimiento, que hoy llaman sostenible, y teníamos claro que necesitábamos líderes de opinión para difundirlo. Entre los primeros miembros estaban el Dalái Lama, Milos Forman, Mijaíl Gorbachov, Yehudi Menuhin, Rostropóvich, Arthur Clarke, Desmond Tutu. Ahora ya somos sesenta.
¿Y ha encontrado una teoría científica que sustenta esa lucha?
Creo que hay un campo de información como sustancia del cosmos del que participamos todos. Esa dimensión que no se puede observar pero que es real hace que todas las cosas se conecten entre sí y es también una memoria: cuando algo tiene lugar, la información permanece en esa dimensión.
Lo ha llamado campo akásico.
Hace 5.000 años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa , matriz de toda materia y fuerza del universo. Me di cuenta de que esa idea era la que yo intentaba definir como campo psíquico profundo y le cambié el nombre. Hoy muchos científicos trabajan con ella.
¿Tiene bases científicas?
Sí, tengo varios libros publicados que ahondan en ello. El campo akásico crea coherencia entre los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear, cuántico y el de Higgs) y explica los misterios que las diversas ciencias compartimentadas no son capaces de explicar, por ejemplo: no se entendía cómo organismos complejos se transformaban en otra especie, capacidad sin la cual todavía seríamos algas marinas.
Las llaman mutaciones espontáneas.
Fred Hoyle, reconocido cosmólogo y físico inglés, calculó la posibilidad de ese azar: “Equivale a que un huracán entre en un desguace y que su paso deje un avión montado”.
Todo está autoorganizado. Otros científicos y yo creemos que el campo akásico está implicado en la evolución de los universos.
¿Cómo evolucionan los universos?
Nacen unos de otros. Al big bang se le llama ahora el big bounce (el gran rebote). Un universo como el nuestro va expandiéndose hasta que se colapsa y empieza a contraerse hasta una dimensión cuántica, toda la materia del universo acaba en la cabeza de un alfiler, y entonces la fuerza de expansión es tan fuerte que ocurre una explosión que crea nuevos universos.
¿Y vuelta a empezar?
La información que se ha generado en este primer universo es heredada por el segundo, de la misma manera que un cigoto tiene la información de los padres. El campo akásico es holográfico, la información de toda la imagen está en cualquier punto. Todo está conectado y nada desaparece.
Entonces, usted o yo, ¿contenemos toda la información del universo?
En un estado alterado de conciencia podemos acceder a esa información que no está en el cerebro pero que este es capaz de capturar. El gran error del mundo moderno ha sido considerar que todo lo que no se puede oír, tocar o ver es una ilusión. La realidad fundamental no es observable directamente. Por ejemplo: si tiro una lapicera observo cómo opera la gravedad, pero no puedo ver el campo gravitatorio, sólo el efecto. Todas las fuerzas de la naturaleza están en esa dimensión más profunda y sólo observamos los efectos. Yo baso mi teoría en la física cuántica, en las observaciones biofísicas de los seres vivos, en la psicología transpersonal y en la cosmología que estudia los multiversos.
¿Cómo explica la convulsión actual?
Es parte de la dinámica de la evolución, cuando se alcanza un punto crítico, el punto de bifurcación, el sistema o bien se desmorona o bien se reorganiza de otra manera para estabilizarse.
Estamos en ese punto crítico.
La Tierra es como una nave espacial con una tripulación de 7.000 millones de personas. Recibe energía del Sol pero no materia, por tanto la regla es sencilla: hay que reciclar, vivir en armonía entre nosotros y con el planeta, crear una cultura más ética.
© LA VANGUARDIA, 2012. — con Pauly Rubbo y 7 personas más.