Hay una hermosa enseñanza que es muy práctica para nosotros en el mes de Iyar, o Tauro. Los kabbalistas enseñan que cada uno de nosotros existe en dos ámbitos: hay una manifestación de nuestro ser en este mundo, que es lo que conocemos de nosotros, y hay también una imagen celestial perfeccionada de nuestro ser. Nuestro trabajo de vida y el propósito por el cual vinimos a este mundo es que la persona que somos ahora, a paso lento pero firme y a través de nuestro trabajo, crecimiento, estudio y cambio, sea el reflejo más parecido de nuestro Ser Perfeccionado que existe en el Mundo Celestial.

Muy a menudo en la Torá encontramos una discusión acerca de las Grandes Almas, y el nombre se menciona dos veces, por ejemplo: “Avraham, Avraham”. Los kabbalistas explican que esto se debe a que, en este ejemplo, Avraham trabajó, creció y cambió tanto que la manifestación física de su ser en este mundo coincidió perfectamente con su ser en el estado perfeccionado del Mundo Superior. Ese es nuestro trabajo de vida, porque quienes somos como manifestación en este mundo, para la mayoría de nosotros, está muy distante de nuestra parte perfeccionada, el Ser Perfeccionado que existe en el Mundo Superior.

Los kabbalistas dicen que casi todo el dolor que sentimos en nuestra vida se debe a esa disparidad entre cómo nos hemos manifestado hasta ahora y el Ser Perfeccionado que existe en el Mundo Celestial. Avraham lo alcanzó. Moshé lo alcanzó. Sus manifestaciones en este mundo representaban exactamente quienes ellos eran en el Mundo Celestial.

Hay una cita famosa del gran Kabbalista Rav Zusha de Anipoli: “Cuando vaya a los Mundos Celestiales no estaré preocupado de que me pregunten por qué no fui como Avraham o como Moshé. Mi única preocupación es que me pregunten: ‘¿Por qué no fuiste como Zusha, por qué no fuiste tú mismo?’”. Esa es la realidad de la distancia que la mayoría de nosotros tenemos. 

Quienes somos en este mundo todavía ni se acerca a quienes somos en el Mundo Celestial. 

Para la mayoría de nosotros, quienes somos en el Mundo Superior es diez veces, quizás cien veces, más poderoso, grandioso, feliz y conectado de lo que hemos manifestado hasta ahora en este mundo. 
  
Y hay una historia que ilustra esta noción. El gran profeta Eliyahu HaNaví, Elías el Profeta, tuvo un estudiante que se llamaba Elishá. Cuando Eliyahu se preparaba para partir de este mundo, su estudiante, quien iba a ser el líder y profeta después de él, le hizo una petición muy extraña a su maestro. Le dijo: “Dame una doble porción de tu espíritu, dame la capacidad de hacer el doble de lo que tú has hecho, dame el doble de tu grandeza. Dame la Luz y la capacidad para asistir, enseñar y bendecir el doble de lo que tú has podido hacerlo”. 

Los kabbalistas hacen una pregunta muy obvia, y el Zóhar habla acerca de ello. No puedes pedirle a alguien que te dé algo que no tiene. Si vas a alguien que sólo tiene cien dólares y le pides que te preste doscientos dólares, no podrá hacerlo. Puede prestarte cien dólares porque es lo que tiene, pero no puede prestarte doscientos. Así que, ¿cómo Elishá le dijo a su maestro, Eliyahu el Profeta: “Dame el doble de tu espíritu, y el doble de tu poder, Luz y bendiciones”?

¿Cómo podía Elishá pedirle a su maestro que le diera el doble de su Luz? Los kabbalistas explican que cuando una persona ha completado su trabajo en este mundo, es decir: se ha trasformado, ha crecido y ha cambiado en el grado que estaba destinado a cambiar, entonces cuando parte de este mundo su Ser Inferior, como se manifiesta perfectamente en este mundo, y su Ser Superior se funden. Y cuando el Ser Inferior que existe en este mundo ve al Ser Perfeccionado, se dirige hacia él, y es su experiencia al partir de este mundo. 

Así que, para Eliyahu, quien iba a partir de este mundo, había llegado al punto en el que su ser físico era un reflejo fiel de su Ser Superior; por ende, Elishá podía pedirle el doble de todo lo que había hecho en este mundo, porque tanto su Ser Perfeccionado y el Ser que trabajó para ser reflejo de esa perfección se habían unido, y por tanto, literalmente se estaba revelando doble cantidad de Eliyahu el Profeta cuando partía de este mundo.

Los kabbalistas dicen que es un gran mérito estar cerca de una persona justa que ha alcanzado este reflejo de su ser cuando parte de este mundo. Por lo tanto, Eliyahu el Profeta le dice a su estudiante, Elishá: “Si estás conmigo mientras parto de este mundo, recibirás el doble de mi fortaleza, el doble de mi Luz y el doble de mi capacidad para traer bendiciones y orientación a este mundo”. Y como leemos en el resto de la historia de la vida de Elishá, él fue capaz de hacer el doble de lo que su maestro hizo en todas las áreas.
De esto aprendemos una noción muy importante: hay dos de nosotros. Está quien hemos manifestado en este mundo y el ser con el cual deberíamos compararnos, nuestro Ser Perfeccionado que existe en los Mundos Celestiales. Todo el dolor que sentimos, y que se manifiesta de diversas formas en nuestra vida, se debe a esa disparidad y el tiempo que tardamos en acercar nuestros dos seres; nuestra versión manifestada en este mundo físico, que lamentablemente todavía no crece o no cambia lo suficiente, tiene dudas y temores, y nuestro Ser Perfeccionado que está completamente conectado. Ese es el propósito de nuestra vida en este mundo. No es aspirar a ser como alguien más, es simplemente impulsarnos al punto de crecer y cambiar para que así nuestro ser en este mundo sea un reflejo fiel de nuestro Ser Perfeccionado y elevado que existe en los Mundos Superiores. 

La capacidad de hacer esa conexión es uno de los grandes regalos de este mes de Tauro.